jueves, 9 de agosto de 2007

Ella y la Muerte

Enérgica, locuaz, rebelde, frenética; salta de un lado a otro, ruge, grita, gime. La muerte la viene siguiendo, y ella, furiosa, fogosa, sigue, sigue y sigue; nadie la puede parar, nadie, ni ella misma.
Entonces el escenario se abre, y la muerte tras bambalina.
Ella se come al público y el público ríe, aplaude, festeja, mientras ella mastica, traga, devora.
La muerte la esta esperando, con su pánico escénico, espera pero no entra. Y entonces el escenario se inclina, Ella cae fuera y el telón, como una mandíbula gigante, muerde su vida en dos. La muerte ataja su cuerpo quebrado y sangriento; la muerte es ahora quien ruge, quien festeja, quien devora.
Ella yace en pedazos por toda la sala.
Porque, cuando baja el telón, viene la muerte.

Reina Idgie

2 comentarios:

santiago dijo...

...cierran la puerta de calle sin ruido y sus pasos se apagan en la noche. Detrás, en el gran patio que la luna enjalbega, la Muerte aguarda, sentada en el brocal del pozo. Ha oído el comentario y en su calavera flota una mueca que hace las veces de sonrisa...

...la Muerte se hastía entre las enredaderas tenebrosas, mientras aguarda la hora fija en que se descalzará los mitones fúnebres para cumplir su función...

...está acostumbrada a que la reciban con espanto. A cada visita suya, los que pueden verla los gatos, los perros, los ratones huyen vertiginosamente o enloquecen la cuadra con sus ladridos, sus chillidos y su agorero maullar. Los otros, los moradores del mundo secreto los personajes pintados en los cuadros, las estatuas de los jardines, las cabezas talladas en los muebles, los espantapájaros, las miniaturas de las porcelanas fingen no enterarse de su cercanía, pero enmudecen como si imaginaran que así va a desentenderse de ellos y de su permanente conspiración temerosa. Y todo, ¿por qué?, ¿porque alguien va a morir?, ¿y eso? Todos moriremos; también morirá la Muerte...

...pero la Muerte lanza un grito tan siniestro que muchos se persignan en la ciudad, figurándose que un ave feroz revolotea entre los campanarios. Ha mirado su reloj de nuevo y ha comprobado que el plazo que el destino estableció para Daniel pasó hace cuatro minutos. De un brinco se para en la mitad del patio, y se desespera. ¡Nunca, nunca había sucedido esto, desde que presta servicios en el barrio de San Miguel! ¿Qué sucederá ahora y cómo rendirá cuentas de su imperdonable distracción?...


fragmentos de "El Hombrecito del Azulejo"
de Manuel Mujica Láinez

Anónimo dijo...

Voy a ser precisa en este comentario,sin rodeos...Desde Victoria (porque hay varios personajes dando vuelta en mi cabeza tambien...¿quien no los tiene?..)
Al subir al escenario ya estoy temiendo la espera de la muerte,sim embargo yo misma me entrego a ella...No existen fuerzas ajenas que me obliguen a ello, no obstante, no lo disfruto.